Sueños

Te soñé tanto,
tanto te soñé…

Te soñé tanto de día como de noche.
Despierto y dormido.
Te soñé incluso cuando estabas
ahí
enfrente.
Mi corazón y el tuyo eran sólo
un único pálpito.
Entonces,
cuando tan cerca te tenía,
cuando sabíamos que el futuro
y todo lo que se cuenta la gente común
eran feas mentiras.
Sí, cuando descubrías mi boca
con las yemas de tus dedos,
o cuando tus ojos me redimieron para siempre.
Mi corazón era todo para ti,
inconmensurable,
incomprensiblemente expandido
como un universo.
Quería ser tuyo sin término,
sin frontera,
sin dudas…
Y por eso te soñé entonces.
Clavé la ilusión del mañana
en el punto de mi piel
y de la tuya
que se frotaban ya
sin pausa
y sin límites.
Me dejé llevar por lugares interminables
donde el tiempo no existe,
porque tú fuiste mi tiempo.
Te quise tanto…
que me gustaría volver a tenerte entre mis dedos
y dentro de mi corazón.

Te quiero tanto aún,
aún te quiero tanto…
que necesito escribir
para evocarte
y así olvidarte pronto.
Te recuerdo sobre un velero,
por brillantes olas de espuma,
a través del cálido viento mediterráneo.
También bajo el peso de cataratas,
entre junglas encantadas
que escapan a toda imaginación.
Y tumbada
sobre una duna en el desierto,
mirando ambos las estrellas, poniéndoles
esos nombres tan hermosos
que nunca había escuchado antes
y que sonaron a un poema muy antiguo,
árabe,
real.

Una vez te dije que nunca sabríamos por qué
para nosotros las calles no portaban
esos ecos de soledad indefinible.
Era así.
Entonces todo era uno.
Yo miraba con tus ojos el universo,
tus ojos eran mi único universo.
Tu corazón,
su tenue estallar acompasado,
destilaba el tiempo real
(tú eres todo mi tiempo)
y tarareo aún en sueños esa canción que hiciste
para mí, para ellos
o para quien fuera.

Que te soñé es cosa fácil de demostrar.
Que te olvidé, no sé si lo puedo decir.
Pensar es recordarte cerca y lejos,
lejos y cerca.
Dicendo hola y adiós.
Diciendo delante y detrás.
Pensando,
sintiendo a veces,
y olvidando: tú siempre dejando el pasado atrás.
También yo he olvidado
los amaneceres amargos
y la soledad de tu compañía.
Para mí ya sólo existen
esas noches en que las estrellas
me dijeron que te avise,
en sueños, de que te querría
siempre,
como una fuente
inagotablemente fría.

¿Y tú? ¿Acaso recuerdas cuánto te soñé?
Te lo diré por última vez: mucho.

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